Genocidio en Gaza y despertar de la solidaridad global


 


La anatomía de la masacre en curso, la creciente y poderosa resistencia que se levanta en todo el mundo para desafiar la narrativa oficial y la complicidad de los gobiernos.

   Mientras la catástrofe humanitaria se profundiza con cada bomba y cada vida perdida, se libra una guerra paralela, más silenciosa pero no menos brutal: una guerra contra la verdad. En los pasillos del poder, en los tribunales y en las redacciones de los grandes medios, se lleva a cabo una ofensiva global para criminalizar, silenciar y castigar a quienes se atreven a nombrar lo que ocurre en Palestina por lo que es: un genocidio.

   Dos casos emblemáticos ilustran esta persecución internacional. En Alemania, el filósofo y periodista argentino Martín Gak será enjuiciado el 5 de noviembre bajo acusaciones de "incitación al odio y antisemitismo". Su único crimen fue denunciar sistemáticamente el genocidio perpetrado por el Estado de Israel, postura que le costó su empleo en la televisión alemana Deutsche Welle.

   Mientras tanto, en la Argentina, la dirigente política Vanina Biasi enfrenta un proceso judicial similar, impulsado por la DAIA y el fiscal Stornelli, por haber calificado al Estado de Israel de "genocida". En un reciente revés para sus acusadores, la causa fue trasladada de la Justicia federal a la de la Ciudad de Buenos Aires, un fuero donde la DAIA ya fue derrotada en casos similares.

   La persecución de estas voces críticas no es casual; es un intento desesperado por mantener un velo sobre una realidad que se vuelve innegable. Buscan silenciar a los mensajeros para ocultar la brutalidad de un plan de limpieza étnica que avanza disfrazado de "acuerdos de paz" y justificado por una campaña de desinformación sin precedentes.

El "alto el fuego" y la limpieza étnica en Gaza

   La primera víctima en esta guerra contra la verdad fue el propio concepto de paz, al fabricarse un fraudulento "alto el fuego" diseñado para encubrir la intensificación de la limpieza étnica. Presentado a la comunidad internacional como un esfuerzo de paz, el acuerdo mediado por Donald Trump funciona como un mecanismo estratégico que permite a Israel continuar su ofensiva genocida con la anuencia de las potencias mundiales.

El documental palestino-israelí "No hay otra Tierra", dirigido por Yuval Abraham, Rachel Szor, Basel Adra
y Hamdan Ballal, ganó el Oscar a mejor documental a pesar de no haber sido distribuida en EEUU.
La película describe con veracidad la expulsión masiva, por parte de Israel, de los palestinos
que viven en las aldeas de Masafer Yatta, en los territorios ocupados de Cisjordania.

Apariencia de paz, violencia incesante

   Los datos sobre el terreno exponen la farsa. En los primeros 20 días del “plan de paz”, la Oficina de Medios de Gaza documentó 125 violaciones israelíes, incluyendo 52 tiroteos, 55 bombardeos y 9 incursiones militares. El saldo fue devastador: 211 palestinos asesinados y 597 heridos.

   La lógica de la represalia desproporcionada quedó patente cuando, como respuesta a la muerte de un soldado sionista, el ejército de Israel lanzó un bombardeo ininterrumpido de 16 horas que asesinó a 104 personas, entre ellas 46 niños y 20 mujeres, que se refugiaban en carpas de plástico. La tragedia de los civiles se resume en historias como la de la familia Al-Shawaf, que lloraba en el Hospital Nasser la muerte de una pareja y sus cuatro hijos, quemados vivos dentro de su tienda.  

"Plan de paz", herramienta de despojo

   El propio plan de Trump integra la violencia israelí como un componente legítimo, al subrayar que los sionistas "tienen derecho a devolver el golpe". Este marco es aprovechado por Israel para expandir su control territorial. El gobierno de Netanyahu plantea desplazar la "Línea Amarilla" —que marca el repliegue de su ejército— hacia el oeste, lo que en la práctica significa ocupar nuevos territorios y continuar el desplazamiento forzado de palestinos.


   Simultáneamente, Israel mantiene cerrado el paso de Rafah, incumpliendo el acuerdo de permitir la entrada de 600 camiones diarios de ayuda. El objetivo es claro: convertir Gaza en una "zona de reconstrucción" controlada por un Protectorado internacional, encabezado por Tony Blair y el propio Estado sionista. En este macabro escenario, Jared Kushner, yerno de Trump, ya planea proyectos inmobiliarios financiados por fondos soberanos de Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos.

Complicidad de la “comunidad internacional”

   La respuesta de las potencias occidentales y los mediadores árabes oscila entre la inacción y la complicidad directa. La Unión Europea, ante las masacres, optó por congelar su ya "modesta propuesta de sanciones". Los países mediadores, como Qatar, se limitaron a calificar los bombardeos israelíes como "decepcionantes".

   En agudo contraste, el informe de Francesca Albanese, relatora especial de la ONU, titulado "Genocidio en Gaza: un crimen colectivo", ofrece un análisis contundente. Albanese revela cómo terceros Estados proporcionan apoyo diplomático, militar y económico que no solo permitió, sino que afianzó un "apartheid colonialista y genocida". Su conclusión es demoledora: "Ningún Estado puede afirmar de forma creíble que defiende el derecho internacional mientras arma, apoya o protege a un régimen genocida".

   Para justificar esta brutalidad y mantener el apoyo internacional, fue necesario librar la batalla decisiva en la guerra contra la verdad: la construcción de una narrativa oficial sobre el 7 de octubre, fundamentada en una campaña de desinformación masiva.


La construcción de un casus belli

   La narrativa oficial sobre los ataques del 7 de octubre fue el pilar fundamental sobre el que Israel y sus aliados construyeron la legitimidad para desatar un genocidio. Sin embargo, un análisis crítico de los hechos, basado en investigaciones periodísticas, informes de inteligencia y testimonios de testigos presenciales —incluidos israelíes—, revela una realidad mucho más compleja, plagada de deliberadas fake news y de una atrocidad ocultada por el propio ejército israelí.

"Fake News" para allanar el genocidio

   Dos noticias falsas se convirtieron en las armas de propaganda más efectivas de Israel: los "40 bebés decapitados" y las "violaciones en masa sistemáticas".

* Los "40 bebés decapitados": la historia se originó a partir de una periodista del canal israelí I24, quien citó a un "soldado" —que resultó ser un colono extremista— sin verificar la información. La mentira fue inmediatamente amplificada por el presidente estadounidense Joe Biden, quien afirmó haber visto fotografías que nunca existieron. Aunque la Casa Blanca se vio obligada luego a desmentirlo, el daño ya estaba hecho. Medios como La Nación y Clarín en la Argentina difundieron la noticia y, hasta la fecha, nunca publicaron una rectificación, hecho que subraya la demoledora afirmación del periodista Martín Gak: "La República Argentina vive dentro de una burbuja de desinformación israelí".

* Las "violaciones en masa": una "Comisión Civil" israelí, presidida por una colaboradora cercana de Netanyahu, promovió acusaciones de violencia sexual "sistemática e intencional". Sin embargo, juristas como Halperin-Kaddari, que inicialmente formaron parte del equipo, renunciaron y denunciaron la falta de credibilidad y la difusión de relatos cuestionables. La evidencia nunca apareció. La inutilidad de la investigación fue confirmada cuando la funcionaria israelí Moran Gaz admitió que, tras una investigación de catorce meses, su departamento no había encontrado "evidencias de ninguna clase de violaciones" y, por lo tanto, no se había abierto ningún caso de procesamiento.

La Doctrina Hannibal y las víctimas israelíes

   Mientras se difundían estas falsedades, se ocultaba una verdad mucho más oscura. Múltiples informes y testimonios confirman que el ejército israelí aplicó la "Directiva Hannibal", una orden secreta que instruye a sus tropas para evitar la captura de rehenes a toda costa, incluso si eso implica asesinarlos.

* Según un informe del periódico israelí Haaretz, la orden fue emitida y tuvo consecuencias letales para los propios ciudadanos israelíes.

* El teniente coronel de la fuerza aérea israelí, Nof Erez, declaró que "lo que vimos [el 7 de octubre] fue un 'Hannibal masivo'".

* Rehenes israelíes liberados testificaron haber sido atacados deliberadamente por helicópteros de su propio ejército.

* En el caso de la casa de Pesi Cohen, donde había 14 rehenes, el general Barak Hiram ordenó disparar con un tanque "aunque cueste bajas civiles". El resultado: 12 de los 14 rehenes israelíes murieron.

Testimonio de un experto: la visión de Martín Gak

   El análisis del periodista Martín Gak, filósofo y autodenominado "cristiano demócrata" alejado del activismo de izquierda, aporta una profundidad crucial para comprender la jornada. Gak la caracteriza como una "doble atrocidad". Por un lado, una atrocidad cometida en un "desborde" por civiles palestinos que entraron en busca de "revancha" tras años de masacres. Por otro, una "atrocidad casi planificada" por parte del Estado de Israel.

   Gak desmantela la narrativa de la "sorpresa", argumentando que Israel tenía conocimiento previo del ataque. Aporta pruebas contundentes: la alerta de la inteligencia egipcia el 3 de octubre, la observación israelí de movimientos de entrenamiento durante un año, y un reporte de inteligencia sobre la activación masiva de tarjetas SIM de Hamás. La falla en la respuesta militar durante casi diez horas el 7 de octubre fue, en su opinión, "incomprensible", sugiriendo que se trató de una "zona liberada" deliberadamente.

   Además, Gak ofrece un contexto interno para la brutalidad posterior, explicando la crisis demográfica dentro del ejército israelí. La vieja "aristocracia" militar ha sido erosionada y desplazada por un aparato de ultraderecha compuesto por colonos, judíos Mizrahi y elementos extremistas que apuntalan el proyecto político de Netanyahu, proveyendo la base social para la limpieza étnica.

   A pesar de esta sofisticada maquinaria de propaganda y la complicidad de los gobiernos, la escala del genocidio provocó una respuesta sin precedentes de la sociedad civil, un despertar global que comienza a cambiar el equilibrio de fuerzas.

De la indignación callejera a la lucha organizada

   Pero la magnitud del genocidio, transmitida sin filtros por las víctimas, comienza a demoler el edificio de mentiras, provocando un despertar global sin precedentes. La indignación de las masas, especialmente de la juventud y la clase trabajadora, va transformándose en un movimiento de solidaridad organizado que desafía la complicidad de sus propios gobiernos.

Europa se levanta

   Las capitales europeas como Berlín, Madrid y Roma son escenario de marchas masivas en apoyo a Palestina. Sin embargo, el caso de Italia se destaca como un ejemplo paradigmático. La secuencia fue catalizadora: la acción de la Flotilla Humanitaria que partió de Génova, la decisión de los trabajadores portuarios de bloquear el puerto, y la convocatoria a un paro por parte del sindicalismo combativo.

   Esta presión desde las bases obligó a la burocracia de la CGIL (la principal confederación sindical) a convocar una huelga nacional. El resultado fue una demostración de poder obrero sin precedentes: la adhesión al paro alcanzó el 80% en el sector metalúrgico y movilizó a dos millones de trabajadores en las calles.

La Conferencia de Madrid

   En medio de este auge, el encuentro de organizaciones palestinas e internacionales en Madrid los días 7 y 8 de noviembre representó un paso crucial para unificar el movimiento y dotarlo de un programa político. La convocatoria se basó en cuatro puntos que rompen con las falsas soluciones del pasado:

1. Definir el "proyecto sionista" como un "colonialismo de asentamiento" cuyo objetivo es la ocupación total de Palestina.

2. Plantear que cualquier solución está "supeditada a la derrota del proyecto sionista".

3. Abandonar las "no-soluciones" como la de los dos Estados y volver a la visión histórica de "un Estado palestino democrático y laico desde el río hasta el mar".

4. Luchar incondicionalmente por el "derecho al retorno" de todos los refugiados palestinos expulsados desde la Nakba de 1948.

   Este programa no solo redefine los términos del debate, sino que conecta la lucha del pueblo palestino con una tarea central para todos los trabajadores y pueblos oprimidos del mundo: la lucha contra el imperialismo y el colonialismo en todas sus formas.

Lucha internacional por la Humanidad

   El genocidio en Gaza, justificado con una arquitectura de falsedades y ejecutado con la complicidad activa de la comunidad internacional, no es solo una catástrofe para el pueblo palestino. Es una afrenta a los principios más básicos del derecho y la moral, y una amenaza directa para el futuro de toda la humanidad. La normalización de la limpieza étnica y el asesinato masivo representa una regresión a las épocas más oscuras de la historia.

   En este contexto, la persecución de voces como las de Martín Gak en Alemania y Vanina Biasi en la Argentina, con las que comenzó este texto, deja de ser un hecho aislado para convertirse en un microcosmos de esta contienda global. No se les enjuicia por "odio", sino por defender la verdad. La creciente ola de solidaridad internacional, desde las huelgas portuarias hasta las conferencias programáticas, demuestra que la lucha por una Palestina libre, laica y democrática es hoy en una de las trincheras más importantes en la batalla global por la justicia, la verdad y la dignidad humanas.

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